Los cambios en importantes parámetros del ambiente luminoso constituyen señales que permiten a las plantas detectar, muchas veces en forma anticipada, situaciones ecológicas tan variadas como la proximidad a la superficie del suelo durante el proceso de emergencia, la proximidad de plantas vecinas que representan un riesgo de sombreado futuro, y la llegada de la estación climática más favorable para el crecimiento.
Explicando en detalle, los aspectos del ambiente luminoso que pueden proveer información son la irradiancia, es decir la cantidad de luz por unidad de tiempo y superficie, la composición espectral o cantidad de luz en cada zona del espectro, el fotoperíodo, es decir la duración diaria del período lumínico, y la dirección de incidencia. Con ésto, es fácil comprender que la luz es uno de los estímulos ambientales que mayor efecto tiene sobre las plantas. No sólo representa una fuente de energía para su crecimiento, sino, como ya mencionamos, también una de las principales fuentes de información. A los fenómenos por medio de los cuales las plantas sensan y responden a la información provista por el ambiente lumínico se les denomina fotomorfogénesis, que literalmente significa influencia de la luz en el desarrollo de la forma.
La mayoría de los estudios indican que los fitocromos son proteínas solubles con localización citoplásmica
Durante el proceso de emergencia del suelo las plántulas sufren cambios dramáticos en el ambiente al que están expuestas y, por lo tanto, no resulta sorprendente que el patrón de desarrollo cambie radicalmente en ese momento. En general, el crecimiento de las plántulas debajo de la superficie del suelo se caracteriza por una pronunciada tasa de alargamiento de los tallos y un escaso desarrollo de los cotiledones y de la maquinaria fotosíntética en general. Este patrón de desarrollo parece favorecer el rápido crecimiento de las plantas a través de la tierra, permitiendo que éstas alcancen la superficie terrestre antes que se agoten las reservas disponibles en los cotiledones. Al aproximarse las plántulas a la superficie se inhibe el alargamiento del tallo y se promueve la expansión de los cotiledones y el desarrollo de toda la maquinaria necesaria para el proceso fotosíntético. Una de las señales ambientales inequívocamente asociada a la proximidad de la superficie del suelo es la transición desde la oscuridad completa a la luz provista por el sol. Cuando las plántulas se acercan a la superficie, la detección de los primeros fotones gatilla los cambios morfológicos, fisiológicos y moleculares anteriormente mencionados que parecen preparar a las plántulas para crecer al aire libre.
Una vez que la plántula ha emergido y se ha establecido, su capacidad de crecer y reproducirse dependerá de su habilidad para captar luz y convertirla en energía química por medio del proceso fotosíntético. Dado que la luz disponible disminuye con el incremento en la densidad de plantas, éstas deben competir con sus vecinas para obtener dicho recurso. En general, las plantas características de hábitats abiertos responden al incremento en la densidad de plantas vecinas con aumentos dramáticos en la tasa de extensión de los tallos y una marcada reducción en la dominancia apical. Estos cambios están frecuentemente acompañados de modificaciones en el patrón de distribución de fotoasimilados, aumentando la cantidad destinada al crecimiento de los tallos y disminuyendo la destinada al crecimiento de las hojas. A este patrón de desarrollo se lo conoce como Síndrome de Escape del Sombreado (en inglés, Shade Avoidance Responses) y constituye una estrategia exitosa en ambientes naturales altamente competitivos ya que facilita la proyección de las hojas de las plantas sombreadas hacia un ambiente sin limitaciones lumínicas.
Lógicamente, las plantas son organismos sésiles y por lo tanto no pueden ir en busca de un hábitat favorable si las condiciones ambientales se tornan adversas. En lugar de moverse, las plantas responden a los cambios de su entorno con modificaciones en el desarrollo que parecen mejorar su adaptación al ambiente. La coordinación del desarrollo con los cambios ambientales es un proceso sumamente complejo que involucra señales inequívocamente asociadas a los cambios ambientales, sofisticados mecanismos de percepción, sistemas de transducción que conviertan las señales percibidas en modificaciones del crecimiento y desarrollo.
Influencia de la relación entre la luz roja y la luz rojo lejano
Una de las señales ambientales que permite a las plantas percibir la presencia de vecinas son los cambios que éstas provocan en la composición espectral del ambiente luminoso circundante. Cuando la luz solar es interceptada por las hojas de las plantas, ésta es absorbida, reflejada y transmitida en forma diferencial debido a que los pigmentos fotosíntéticos absorben principalmente luz roja (R) y azul, mientras que reflejan y transmiten luz rojo lejana (RL) y verde ll. En etapas tempranas del desarrollo de un canopeo la relación R/RL de la luz propagada en forma horizontal se reduce como consecuencia del RL que reflejan las hojas de las vecinas, aún con anterioridad a que las plantas se sombreen entre sí.
Cuando el canopeo se hace más denso las plantas comienzan a sombrearse entre sí y la absorción de la luz en las hojas de las vecinas reduce tanto la relación R/RL como la cantidad de azul, R yRL que incide sobre los tallos y posteriormente, también la cantidad de luz que incide sobre las hojas. La importancia que tiene la relación R/RL como señal desencadenante del síndrome de evitado del sombreado ha sido puesta de manifiesto de varias maneras. Por un lado, se han podido inducir respuestas de evitado del sombreado en plantas cultivadas bajo altas irradiancias de luz blanca, adicionando artificialmente RL al ambiente luminoso de manera de reducir la relación R/RL para que se asemeje a la presente en cultivos densos. Por otro lado, se han podido bloquear las respuestas desencadenadas por la presencia de plantas vecinas filtrando selectivamente el RL reflejado por éstas de modo de mantener una alta relación R/RL.
Numerosos factores vitales como la luz, el agua y la temperatura fluctúan estacionalmente. Por lo tanto, coordinar el ciclo de vida con las estaciones climáticas favorables es crucial para la supervivencia de las plantas. Una señal ambiental que permite a las plantas anticipar confiablemente los cambios en las estaciones es la duración del período lumínico ó fotoperíodo. Si bien en las regiones ecuatoriales la salida y la puesta del sol se produce a la misma hora todos los días del año, a medida que uno se desplaza desde el ecuador hacia los polos, los días de verano se alargan y los de invierno se acortan. Procesos claves del desarrollo de las plantas tales como la floración, la senescencia, la dormición de yemas, etc., están influenciados por la duración de los días de manera que sólo se manifiestan, o se aceleran, cuando la longitud del día es mayor o menor (dependiendo del proceso y de la especie) que cierto valor crítico. A las respuestas de las plantas a la longitud del día se las conoce como respuestas fotoperiódicas y constituyen uno de los mecanismos que permite a las plantas coordinar su crecimiento y desarrollo con las estaciones climáticas favorables.
Los fotorreceptores de las plantas
Las señales lumínicas sólo pueden proveer información a las plantas si éstas poseen receptores adecuados para las mismas. Hasta el momento se han identificado en las plantas tres grupos de fotorreceptores: los fitocromos, que perciben en el rango del R y el RL, los fotorreceptores del azul y el UV-A, y el (los) fotorreceptor(es) de ultravioleta-B (UV-B). El UV-B (280 —320 nm) tiene influencia en numerosos aspectos del crecimiento y desarrollo de las plantas. Si bien a altas intensidades produce daño a las macromoléculas como el ADN y las proteínas, en niveles moderados tiene efectos específicos sobre el desarrollo. Entre otras cosas, el UV-B promueve la síntesis y la acumulación de pigmentos que absorben el UV-B, y por ende protegen a las plantas de sus consecuencias dañinas. El UV-B es percibido por fotorreceptores específicos, distintos de los que perciben el UV-A y el azul. Existe, sin embargo, poca información sobre la naturaleza molecular de estos fotorreceptores y sus mecanismos de acción. Numerosos procesos son desencadenados por la luz azul (400-500 nm) en las plantas. Entre estos se encuentran las respuestas fototrópicas, la inhibición del alargamiento del tallo, la apertura de los estomas, la expresión de genes, etc. Tres fotorreceptores de luz azul han sido identificados hasta ahora a nivel molecular: cryl, cry2 (por criptocromo l y 2) y nphl (por non-photoptropic hypocotyl l). Cryl y cry2 son flavoproteínas con homología a las fotoliasas bacterianas, pero carecen de actividad reparadora del ADN. A1 igual que las fotoliasas, los criptocromos poseen dos cromóforos, uno de ellos una flavina y el otro una pterina. La caracterización de mutantes deficientes en estas proteínas, así como de plantas transgénicas que las sobreexpresan, indican que el cryl y el cry2 están involucradas en el control del alargamiento del tallo, la expresión de genes y la floración en respuesta a la luz azul. El gen NPHI, por otro lado, parece codificar al fotorreceptor de luz azul involucrado en las respuestas fototrópicas. El nphl es una flavoproteína con poca homología a los criptocromos, capaz de autofosfon’larse en respuesta a la luz azul. Si bien en estos últimos años se ha avanzado notablemente en la identificación a nivel molecular de los fotorreceptores de la luz azul, aún se conoce muy poco sobre los mecanismos por medio de los cuales 1a excitación de estos fotorreceptores por la luz desencadena finalmente cambios en el desarrollo de las plantas.
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